La Flor Cerval: Abrazando la simplicidad en la montaña

Esta entrevista es un pinch me moment para mí. La edición de noviembre de Vogue España presentó a Marina Pérez y su maravillosa iniciativa La Flor Cerval, y después de leer el artículo, pensé: "¡Vale! Necesito tener esta conversación con Marina". Fue como un sueño y ahora es real.

La edición de noviembre de Vogue España

Me apasiona profundamente la gente que vive de acuerdo con sus propios valores, sin importar lo que otros puedan pensar. También estoy enamorada de las mujeres para quienes vivir de manera hermosa es una elección que abrazan de forma tan natural. Sé que no es algo fácil de lograr, ya que yo misma estoy esforzándome por llevar un estilo de vida más tranquilo, más cerca de la simplicidad y la naturaleza, pero sin duda vale la pena.

Te invito a respirar profundamente, disfrutar un sorbo de tu café o té y sumergirte mientras te embarcas en un viaje auténtico y trascendental, donde la naturaleza y la simplicidad se unen para crear esta hermosa historia de Marina Pérez y su familia.

¿Quiénes son Rodrigo y Marina?

Somos una familia de pastores viviendo y trabajando en la montaña asturiana.

¿Cuándo y por qué decidiste dejar la ciudad y mudarte a una zona de montaña?

Creo que escapamos de las expectativas de vida que nuestros familiares tenían para nosotros, de lo que se suponía que debíamos hacer en la vida. Llevaba un bebé dentro y el instinto de darle una vida feliz, en contacto con las cosas bellas, las cosas que verdaderamente valoramos, se hizo ineludible. Llegamos al pueblo a una casa en alquiler y nos quedamos para siempre.

Ni Rodrigo ni yo fuimos nunca chicos de ciudad. Nos criamos en la zona del centro de Asturias, cerca de Oviedo. El pueblo donde yo nací está lleno de chalets y polígonos industriales. Pero cuando yo era una niña teníamos huerta y animales en la casa familiar. Yo amaba a nuestras 2 vacas.

Rodrigo era feliz con su abuelo en la huerta que tenía cerca de Avilés. Siempre tuvimos eso en común.

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¿Cómo empezó la historia de las ovejas Xaldas? ¿Qué representa La Flor Cerval y por qué elegiste este nombre?

Al poco de llegar aquí nos hicimos con un pequeño rebaño de ovejas Xaldas. Dos madres con corderos y un macho. Las ovejas son un animal que nos encanta y, como al principio no teníamos mucha tierra por aquí, parecía bueno empezar con algo de ganado menor que resultara más fácil de llevar mientras construíamos una familia y un hogar.

La verdad es que no es así. La oveja Xalda es un animal muy rústico y resistente, pero vivimos en una zona con muchos depredadores. Osos , lobos... Y el modelo de pastoreo que llevamos a cabo es muy dependiente de nosotros, de estar presentes y recoger a los animales todas las noches sin excepción.

A pesar de ello, la vida de pastores nos encanta. Es sacrificada pero muy satisfactoria.

La historia con la lana vino de la mano del pastoreo. Aprovechar este recurso que los animales nos dan parecía esencial en un modo de vida arraigado al territorio. No comprar plástico chino para abrigarnos, sino usar la lana de nuestros animales. Hacíamos todo el proceso de forma artesanal, un proceso muy lento que necesita de muchas manos. Con suerte teníamos un par de calcetines nuevos al año. 

Hace unos años creamos La Flor Cerval y empezamos a procesar la lana a mayor escala. Recogemos, seleccionamos a mano y mandamos a procesar la lana a una de las pocas industrias textiles que quedan en este país.

Juntamos con nuestra propia lana la de muchos otros ganaderos para quienes esta materia se ha convertido en un inconveniente. Toda ella lana de rebaño de raza autóctona, de Oveya Xalda. Y fabricamos así un hilo que nosotros mismos comercializamos para labores y profesionales textiles. 

Creamos la Flor Cerval ("la flor silvestre" en asturiano) para aprovechar un recurso, pero también para hablar de la belleza de lo rústico y de su valor. Para hablar de algo ignorado como es la lana, pero también de un mundo que cada día va quedando más abandonado.

Cuéntame, por favor, sobre el proceso por el cual la lana de oveja se convierte en la fibra que luego vendes. Me parece fascinante. ¿Aprendiste todos los pasos tú misma o tuviste ayuda?

 Aprendí los procesos de la lana a base de mucha experimentación y curiosidad. Pero también tengo que decir que desde que llegamos al pueblo aprendí de mis paisanos más de lo que jamás me enseñaron en la universidad. El conocimiento del entorno y de todas las facetas de la vida aquí es en sí una cultura muy extensa y rica que se está quedando sin transmisión, sin relevo. 

A través de mi actividad, promuevo marcas rumanas e internacionales que son éticas y responsables con la naturaleza y las personas. Una de ellas es AIRE Official, y la lana que utiliza para crear las piezas no sólo es de la mejor calidad, sino que sientes cómo acaricia tu piel, sin rascarte. ¿Consideras colaboraciones con otros países de Europa, no sólo a nivel local, en España? Y si es así, ¿cómo y dónde pueden contactarte posibles colaboradores?

Estamos abiertos a colaborar donde quiera que se presente, siempre y cuando sintamos que el proyecto esté alineado con nuestros valores.

En nuestra página web tenemos un formulario de contacto donde estamos recibiendo propuestas y mensajes de toda índole. Y eso está bien.

Vi en la cuenta de Instagram de La Flor Cerval que tiñes las fibras de forma natural. Si no me equivoco, ¿recuerdo haber visto hojas de cebolla en un post? ¿Puedes contarme más sobre este tema? Te lo pregunto especialmente en el contexto donde la mayoría de la ropa que usamos está llena de químicos debido a los tintes con los que fueron coloreadas.

Los tintes naturales es algo que me encanta. Me parece pura alquimia trasladar la belleza de este paisaje a través de la materia. Los pigmentos de flores, ramas, hojas se transfieren a la lana en un proceso de cocción a fuego lento, como los mejores platos. Es necesario mordentar la lana para que agarre el color y esto se consigue con una sal, el alumbre. Yo llevo a cabo este proceso a muy pequeña escala para hacer tiradas de colores de unas 10 madejas solamente. Porque aprovecho el calor de la estufa en invierno para las cocciones y el poco tiempo que me queda después de las muchas otras labores de la vida en la montaña.

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Llevamos casi 8 meses viviendo en Genalguacil, uno de los pueblos más bonitos de España. Viniendo de Bucarest, capital de Rumanía, este pueblo, situado en realidad en plena montaña, nos parece un lujo que nos hemos ofrecido a nosotros y a nuestra pequeña. ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que viviste en el pueblo?

Nuestra vida al llegar a este pueblo encontró su sentido y realización. Creímos en nuestros sueños y, de manera natural, se fueron realizando solos, sin necesidad de organización ni planificación. Pero sí de mucho trabajo.

Al año de estar en la casa de alquiler nos ofrecieron comprar una cuadra con bastante terreno y poco a poco fuimos transformando este sitio en nuestro hogar. Hicimos todo el trabajo prácticamente solos. Sobre todo, Rodrigo. Y aunque es solo una cabaña muy modesta, me siento orgullosa de cada detalle porque, aunque es muy imperfecta, la hicimos con mucho amor.

¿Qué valores les enseñas a tus tres hijos ?

Para nosotros es importante estar juntos. Somos gritones y temperamentales, pero estamos muy unidos. Hacemos muchas tareas juntos. Me gusta que me ayuden a cocinar, cada uno de la manera que mejor pueda.

Y también me encanta verlos asilvestrados por el prado, subiéndose a los árboles y trabajando en el barro. Les encanta construir cosas. Creo que como a los papás. La vida con los animales les da mucha ternura. La verdad es que no sé ni por dónde empezar. La crianza es una aventura tan loca...

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¿Qué rutinas y rituales te ayudan a abrazar el arte de vivir bellamente?

Es difícil de decir, pero creo que tender la ropa a secar en el tendal y verla relucir al sol y moverse con el viento me hace feliz.

Sentir el frío en la cara al salir por leña en invierno; el paso de las estaciones;

Mirar a los animales mientras comen;

Descansar después del esfuerzo físico;

Los mimos en familia; que papá nos lea cuentos o ver juntos la casa de la pradera por las noches.

La luz en otoño, el verdor en primavera...

Poder estar en contacto con estas cosas sin siquiera buscarlas voluntariamente.

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