Hago todo lo posible por seleccionar historias inspiradoras, y las amo a todas. Pero no voy a mentir: tengo algunas favoritas. Y esta, aquí mismo, con Cecilia Álvarez-Hevia Arias, está sin duda entre mis cinco preferidas.
Sentí escalofríos durante todo el proceso de edición al descubrir la historia de Cecilia y reconocer tantas similitudes:
Nuestro amor por la fotografía.
Su sueño de trabajar para Vogue desde los 18 años, la misma edad que tenía yo cuando soñaba, más o menos, con aparecer algún día en Vogue, un sueño que sigue vivo.
Su feminismo, auténtico y profundamente vivido.
Y su manera de entender la moda: "La moda por sí sola no era suficiente para mí. Quería contar las historias exactamente como las sentía." Durante mis prácticas en ELLE Rumanía en 2011, cuando firmé mis primeros artículos publicados, descubrí exactamente lo mismo: yo también necesito la historia, no solo imágenes bonitas.
Cecilia vive en San Sebastián, donde compró una casa antigua para reformar. Yo viví durante un tiempo en Cognac, no muy lejos de allí, y compartir ese mismo anhelo de restaurar una casa antigua me resultó profundamente familiar.
Al igual que yo, Cecilia está comprometida con el apoyo al turismo local, los pequeños proyectos y la reflexión sobre las realidades sociales de los lugares que fotografía.
Dicho esto, te invito a leer esta entrevista con calma: una conversación íntima sobre la fotografía como forma de respirar, la moda como lenguaje, el feminismo dentro de la industria creativa y la responsabilidad que implica tener una plataforma.






¿Cómo empezaste en la fotografía y qué te inspiró a hacerla tu carrera?
La fotografía llegó a mi vida por casualidad. Siempre tuve claro que lo mío eran las artes, pero di algunas vueltas hasta encontrar mi camino. Con 18 años me fui a Madrid para estudiar Estilismo de Moda. Una de las asignaturas que cursaba era fotografía y la verdad, empezó a engancharme bastante. Paralelamente, surgía el fenómeno de los blogs, MySpace, Fotolog, Tumblr… Empezar a consumir imágenes desde estas plataformas hizo que también quisiera empezar a crearlas.
Al terminar la carrera, hice prácticas como becaria de una estilista. Viajaba mucho con ella y veía trabajar a muchos fotógrafos de moda: cómo realizaban campañas, cómo construían un imaginario, cómo actuaban como directores de arte… Me di cuenta de que la moda, por sí sola, se me quedaba corta. Yo quería contar las historias. Hice un curso muy básico de fotografía y empecé a hacer fotos sin parar: de mi vida, de mis amigos…
Creo que fueron muchas cosas las que me empujaron a tomar ese camino, muchos astros que se alinearon en el momento justo. Pero no puedo estar más agradecida de que la fotografía llegara a mi vida. Ahora mismo no entendería la vida sin ella; es parte de mí, tanto como respirar, comer o dormir.
Recientemente colaboraste con @voguespain en la edición de diciembre de “Mercado de las Flores” y con Condé Nast Commercial Creative Spain en otras publicaciones. ¿Qué impacto tuvieron estas colaboraciones en tu marca y tu camino creativo?
Siempre me gusta recordar esta historia. Cuando teníamos 18 años y aún estudiábamos moda, mi mejor amiga y yo estábamos un día tomando cañas a la salida de clase, y se nos ocurrió la idea de escribir en un papelito dónde querríamos estar profesionalmente en 10 años. Yo recuerdo perfectamente lo que puse: TRABAJANDO PARA VOGUE. El día que me dieron mi primera oportunidad de trabajar con Vogue, me acordé de ese momento y pensé: “Cecilia, amiga, lo has conseguido”.
Soy colaboradora desde hace muchos años tanto de Vogue como de Condé Nast Traveler, que son mis dos revistas favoritas, así que no puedo sentirme más afortunada. Es genial sentir que confían en mí. Muchas veces tengo ideas un poco locas o proyectos editoriales, y ellos a menudo creen en mí. Me dicen: “Sí, Cecilia, adelante, cuenta esa historia”. Algunos de mis proyectos más bonitos, como las fotos de Marina, su familia y su proyecto LA FLOR CERVAL, a quien también entrevistaste en este blog, los hice para ellos.
Siempre es un empujón enorme saber que hay alguien detrás dispuesto a contar tu historia. Y tener ese medio te permite llegar a lugares, descubrir sitios o vivir experiencias como prensa que, de otra manera, no podrías. Esto me pasa mucho con Traveler: gracias a la revista he conocido lugares impresionantes que jamás habría imaginado ni en mis mejores sueños.
La verdad es que Condé Nast se siente un poco como una familia. Aunque no trabaje allí físicamente, sé que siempre están y que cuentan conmigo, y eso es muy bonito.



Lo que me llamó la atención de tu Instagram es tu estilo distintivo; tus fotos son muy detalladas, usando fotografía digital y analógica, pero cada imagen tiene vida y una estética exquisita. ¿Cómo describirías tu estilo o estética?
Lo primero, muchas gracias. <3
Me encanta que los demás perciban que mis fotos están llenas de vida. Al final, en muchos aspectos, tu fotografía habla de ti: tú decides el encuadre, lo que quieres mostrar, aquello que resuena en tu cabeza. Escoges el fotograma que quieres enseñarle al mundo, así que, si lo piensas, es algo profundamente íntimo.
Creo que mi fotografía se parece bastante a mí: caótica, desordenada, joven (de mente, jajajaja), fresca y llena de vida. Siempre estética, porque la belleza es una búsqueda constante en mi trabajo, pero también a veces muy crítica.
En ocasiones, cuando veo ese tipo de fotos minimalistas, limpias, sencillas, me dan mucha envidia. Pero, aunque lo intente, soy incapaz de existir en ese universo, jajajaja. Abrazo mi estilo y mi caos. Creo que me definen y forman parte de lo que soy; no sabría mirar el mundo de otra manera.



Noto que fotografías mucho sobre moda y estilo de vida. ¿Qué papel tiene la moda en tu vida, personal y profesionalmente?
Amo la moda desde siempre: todo lo que la rodea, la inspiración, el proceso creativo, la parte técnica… La moda es un arte absoluto, que bebe de todo lo que tiene alrededor y se convierte en una fuente de inspiración constante. Cuando veo los desfiles de las semanas de la moda, me vuelvo loca disfrutando de cada tejido, cada referencia, cada detalle.
Al final es un lenguaje, y cuando con los años aprendes sus códigos y puedes hablarlo y entenderlo, es un auténtico placer. En el plano profesional, me encanta trabajar en moda, pero muchas veces me genera dilemas morales como mujer FEMINISTA (hay que decirlo en mayúsculas, porque últimamente parece que está mal decir que eres FEMINISTA). Gran parte de la industria trabaja con modelos de determinadas tallas, edades y cánones estéticos; además, hay una parte muy orientada al consumismo y al capitalismo más puro. A veces tengo que lidiar con esa contradicción, y no es sencillo.
Actualmente no hago tanta moda como tal; estoy más enfocada en el lifestyle y en un tipo de fotografía que busca contar historias. Aun así, me encanta cuando puedo unir esos dos mundos, como hicimos en el reportaje de La Flor Cerval, o hace unos años en un viaje a la Ribeira Sacra Gallega con Clara Diez, FORMAJE, donde podía fotografiar moda de marcas gallegas increíbles mientras recorría con ella queserías y granjas, descubriendo los mejores productos del lugar.





También capturas temas sociales, protestas y derechos humanos con tu cámara. Personalmente, intento usar mi voz para generar pequeños cambios en la sociedad. ¿Qué te motiva a ti a usar tu cámara para estos temas?
Mi trabajo siempre está atravesado por mi manera de entender el mundo, e intento que, en la medida de lo posible, sea lo más consciente y ético posible.
Cuando tengo la posibilidad de elegir, intento trabajar con modelos que representen diversidad. En los viajes que hago para revistas, procuro defender el turismo local y dar visibilidad a pequeños proyectos, además de reflejar la realidad social de los lugares que visito. También intento documentar protestas con las que me identifico, como el problema de la vivienda en España o las manifestaciones del 8M. Intento aportar desde lo que mejor sé hacer.
Me siento muy agradecida, pero también responsable, por tener un altavoz. Por eso intento usarlo siempre que puedo, tanto en mi trabajo como en mis redes sociales. Aunque muchas veces es complicado, hago todo lo que está en mi mano.




¿Qué fotógrafos o artistas visuales han influido más en tu estilo? ¿A quién admiras o te inspira?
Creo que las personas a las que más he admirado siempre han sido mujeres de mi generación que estaban contando historias. Empecé descubriendo el trabajo de artistas como Petra Collins o Tavi Gevinson y las películas de Sofia Coppola fueron una inspiración absoluta para mí. Ese universo mágico creado por y para las chicas ahora está muy presente, pero yo no crecí disfrutando de esos espacios ni de la dignificación de ese imaginario creativo entre mujeres como un lugar del que nutrirse y en el que encontrar una base para crear. Por eso, poder adentrarme ahora en esos universos y alimentarme de ellos me apasiona.
Cuéntanos sobre uno de tus proyectos más memorables y qué lo hizo especial.
Creo que uno de mis proyectos favoritos fue, sin duda, la sesión en Asturias con la familia de LA FLOR CERVAL para VOGUE. Reunía todas las cosas que me encantan: contar historias, la moda, un universo estético muy cuidado, una historia real y un paisaje de ensueño, todo ello sumado al acabado analógico.
Cuando envié las fotos a mi laboratorio, MALVARROSA FILM LAB (son los mejores), me escribieron emocionados al ver el proyecto y me dijeron que sentían que estaban revelando fotos de Linda McCartney, otra de mis grandes inspiraciones; su manera de fotografiar la cotidianidad de su familia es bellísima. No pude sentirme más orgullosa.


También haces fotografía de bodas. Cuéntanos sobre el equipo de @diasdevinoyrosas y cómo te llena la fotografía de bodas de manera diferente a la de moda o lifestyle.
Días de Vino y Rosas es mi bebé, un proyecto que ya tiene más de 15 años y al que, junto con mis socias, le hemos dedicado muchísimo cariño, energía y ganas. De verdad lo siento como un hijo.
Soy una enamorada de la fotografía de bodas porque creo que tiene un valor histórico enorme: al final, documentas el nacimiento de una nueva familia, el comienzo de todo. Y eso, a día de hoy, sigue poniéndome los pelos de punta.
Pensar que dentro de 20, 30, 40 o 50 años esas familias seguirán viendo esas fotografías, del mismo modo y con el mismo amor con el que yo miraba el álbum de boda de mis abuelos, me emociona muchísimo.
Creo que es un tipo de fotografía que permanece para la eternidad y que está hecha para ser disfrutada con el paso del tiempo.Al contrario que ocurre, por ejemplo, con la moda, que tiene un consumo más “fast food”: siempre hay que crear algo nuevo, siempre está en continuo cambio.
Obviamente, hay fotografías de moda históricas que viven en nuestra memoria colectiva, pero eso sucede en mucha menor medida. En las bodas, en cambio, es algo mucho más habitual.
¿Hay marcas o creativos con los que sueñas trabajar?
Uno de mis sueños es poder colarme en una pasarela de alta costura y fotografiar el backstage. Soy una amante de la moda, pero llevada a la realidad. Las editoriales de moda, a veces, me aburren: todo es muy aspiracional, muy medido, muy controlado.
Me encanta cuando la moda se vuelve real, cuando estás en un backstage donde las modelos corren, se maquillan, se visten… donde se sienten los nervios y el estrés.
Hay marcas como SIMONE ROCHA, RODARTE, CECILIE BAHNSEN, MOLLY GODDARD, ERDEM, GIAMBATTISTA VALLI, LOEWE…de cuyos universos estoy completamente enamorada. Me encantaría contar mis historias con ellas, vestir a gente real e integrar esa fantasía de sus diseños en el día a día, y poder retratarlo visualmente.



¿Cómo influyen plataformas como Instagram en la forma en que conectas con tu audiencia y presentas tu trabajo?
He de decir que en mi cuenta personal, @cecilia_ddvyr, soy bastante desastre. No me interesa demasiado la audiencia; para mí es una especie de diario, un recuerdo para la posteridad donde voy ordenando mis vivencias. En cambio, en el Instagram de @diasdevinoyrosas sí nos lo tomamos más como una plataforma: casi el 95% de nuestros clientes llegan por ahí. Nos sigue muchísima gente, es una locura, y es alucinante la cantidad de personas a las que podemos llegar.
Que de repente te llegue un DM de las hermanas Mulleavy, de Rodarte, dándote las gracias por las fotos de su vestido en la boda de Stella Banderas… se siente como una auténtica distopía. ¿En serio me están escribiendo a mí? La verdad es que estamos eternamente agradecidas a Instagram porque, sin él (y por supuesto sin todo el trabajo que hay detrás), no habríamos llegado hasta donde estamos.
¿Estar activa en redes sociales ha cambiado cómo abordas tu trabajo?
Totalmente.
Mi interés por la fotografía nace en paralelo al “nacimiento” de las redes sociales, así que, de alguna manera, también han influido en mi trabajo. Pero nunca pienso en ellas a la hora de crear. De hecho, siento que mi tipo de fotografía —muy caótica, llena de elementos y de detalles— no funciona del todo bien en redes sociales. Gana muchísimo más en formatos grandes, donde ese caos no queda encajonado en un espacio diminuto como la pantalla del móvil.
Aun así, es algo que no me quita el sueño. Intento no dejarme influir por algoritmos, formatos o likes, porque, como te comentaba antes, en mi trabajo personal siento una libertad enorme. No tengo presión. Hago lo que me da la gana, principalmente para mí o para clientes que entienden y quieren al 100% lo que hago, lo cual es un auténtico lujo.
Me siento muy afortunada de poder disfrutar de esa libertad creativa la mayor parte del tiempo.




¿Cuáles son tus objetivos para el próximo año, artísticos y profesionales?
Pues….ME ACABO DE COMPRAR MI PRIMERA CASA, una casa antigua con muchísimo encanto, mucha luz, ventanales, techos altos… así que creo que gran parte de mi energía este año va a ir destinada a ese proyecto. También me hace muchísima ilusión documentar todo el proceso (ahora mismo está completamente destrozada), y sé que será algo muy especial para mí poder volver a esas fotos con el paso de los años.
El año que viene también cumpliré diez años viviendo en San Sebastián, así que tengo en mente el proyecto de crear un fotolibro con algunas de mis fotografías analógicas, una manera de recopilar todas las cosas bonitas que me ha dado esta ciudad: buenos momentos, gente increíble, experiencias maravillosas. Es algo que me apetece muchísimo hacer.
Solo espero encontrar el tiempo, porque cuando empieza la temporada de bodas (de mayo a octubre), prácticamente todo lo demás se detiene. Pero la verdad es queno suelo ponerme demasiada presión con los proyectos personales. Si surgen de manera natural, perfecto. Y si no, tampoco me machaco.
Tengo muchas bodas en Italia, así que probablemente pasaré bastante tiempo allí este año, y me apetece muchísimo. También tengo algunos viajes en mente y, por supuesto, quiero seguir contando muchas historias.
Estoy muy emocionada por 2026, mi año de cumplir 40, jajajaja. Le tengo muchas ganas a este año.



¿Qué consejo le darías a tu yo más joven?
Sé que suena a tópico, pero todo llega cuando tiene que llegar. No hay prisa.
Cuando somos jóvenes, tendemos a creer que la vida es una línea recta, pero no es así. Son curvas, baches, vueltas a la casilla de salida, caminos cortados… y entre todas estas vueltas, poco a poco, vas encontrando tu camino. Y si trabajas y te mantienes firme, puedes llegar a lugares realmente maravillosos.
Que no pierdan la esperanza. Sé que es difícil, sobre todo tal y como están las cosas ahora mismo en el mundo.
Pero de verdad, todo se pone mejor <3